29.9.10

II.

Mi salud es un paisaje de lirios soplados.
Amo el agua, su incertidumbre quieta.
Lamento cada mañana la desaparición de mis células. Rezo a las nuevas.

Respiraría el agua, sacaría de ella el oxígeno y el viento.
No creo en mis pulmones,
la retención del aliento me devuelve a mí.

Sé de la ceguera. Sé el nombre.
Son las luces del sol, abajo, llamándonos.

Una línea de luz sola en el agua.
Me sumerge su vaivén
en un anochecer, opuesto al ala
sangrante.
Ya casi desecada.
Los rayos del sol,
idos,
abandonan el trabajo.

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