26.10.10

IX.

soltar la apariencia del aire
contenido en coágulos tumorales.
no se cae en el ahogo sin antes
haber creado la respiración.

ahogarse es como tener sueños ansiosos;
se despierta a mitad de la noche,
se pasa un instante de incertidumbre
y, sin saberlo, se vuelve al sueño.

de un lado al otro del agua. entre las orillas,
las ondas dejan de verse y el cuerpo se sumerge.

15.10.10

VIII.

cada uno de mis poros abiertos
dejan salir
de la carne enrojecida
todo el agua de dentro mío

siento cómo
soy agua y cómo
dejo de serlo

12.10.10

VII.

La tierra se termina
y a un metro ya no hay más espacio,
la tierra se termina en mí.

El ritmo del agua le gana, proyectándose
en líneas,
cuando llega.

Se desprende en el reflejo
el río.
Sus olas o su luz.
Un instante, ¿de qué utilidad?
en la arena cala los restos de piedra.

Y se huele ahora toda la humedad
que queda. Es simple: para el agua
estar en el aire.

En simbiosis
se acumulan las ramas
cruzadas. Como rejas.
En posición exacta con la espuma
de la última andanada.

10.10.10

VI.

Sólo nacen de noche,
no se inquietan, las larvas,
sólo crecen a la luz de la madrugada.
La gangrena es el barro,
crecen microbios blancos.

Las bacterias reconstruyen.
Aplacan la vida de viejos cánceres
como las olas y como los árboles.

Los flagelos microscópicos
tejen firmes redes para lo nuevo.

6.10.10

V.

La orilla es motivo de la carroña
se establece el momento en el que caen
las alas.

Sube al mediodía
una marea de algas
de las que los pájaros maman picando sobre el mar.

4.10.10

IV.

Sobre la costa barrida,
a primera hora, la mortaja.
El pastizal oculta el resto.
Se supo a mediodía, era el cadáver.
Sé el nombre.

La sensación del ahogo se expande,
tibia y pareciendo vital,
engañando al ahogado.

El fondo enturbia, revuelve;
el barro lo cubre con su ritmo de olas pesadas,
se arrastra, naturalmente.
A mediodía el aire lo cubre entero, al final.

1.10.10

III.

Bajo la superficie
también los peces flotan
y parpadean dejando rastros de hilos dorados.
Cayéndose hacia las líneas del horizonte
los peces arruinan la mansa
calma de agua.

La carpa desanda
su camino y tambalea,
haciendo eco de su ausencia.

La noche no cesa,
en el fondo,
es para los peces ciegos,
tantean con sus cilias la arena barrosa.

La carnosidad de las escamas
arrincona
el sigilo de la aleta
contra el agua.
Algo ahí se quiebra.

Es lana
el cardumen,
acercándose a su red.