29.9.10

II.

Mi salud es un paisaje de lirios soplados.
Amo el agua, su incertidumbre quieta.
Lamento cada mañana la desaparición de mis células. Rezo a las nuevas.

Respiraría el agua, sacaría de ella el oxígeno y el viento.
No creo en mis pulmones,
la retención del aliento me devuelve a mí.

Sé de la ceguera. Sé el nombre.
Son las luces del sol, abajo, llamándonos.

Una línea de luz sola en el agua.
Me sumerge su vaivén
en un anochecer, opuesto al ala
sangrante.
Ya casi desecada.
Los rayos del sol,
idos,
abandonan el trabajo.

27.9.10

I.

Nada dura tanto en el agua
como la expiración del murciélago.

La noche a la intemperie
guía los ojos de sonar
del animal,
todo se le presenta,
se les hace presente.

Hay un simple aleteo,
el extracto de la sustancia del aire
en el agua.

La impresión del vuelo rasante,
de la sombra aquietada,
en el instante, es un atisbo de ondas.

Cazan al vuelo una mosca
aprovechando el viento, la profundidad del cielo, la boca
y la mosca misma.